La IA como Catalizador Cultural: Reflexiones tras el Festival Aleph
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Internet es el máximo puente. La inequidad en su acceso en el campo genera injusticia, pero su despliegue nos beneficia a todos.
El puente de Brooklyn es una construcción icónica en la ciudad de Nueva York que conecta las orillas de Brooklyn y Manhattan. Fue inaugurado en 1883, en una época en la que la única forma de llegar a Manhattan desde Brooklyn era a través de un barco, lo que significaba un aislamiento durante los meses de invierno. La construcción del puente fue un esfuerzo colectivo que permitió conectar las dos comunidades, lo que trajo consigo la disponibilidad de mano de obra, bienes y servicios, así como la prosperidad económica y el flujo de migrantes que llegaron a asentarse en Brooklyn, trayendo sus historias, conocimientos y culturas para enriquecer a la ciudad de Nueva York. Hoy en día, cerca de 140,000 vehículos cruzan la estructura todos los días, sin contar las personas que la atraviesan a pie o en bicicleta. ¿Qué sería de estas dos comunidades si de pronto se perdiera esta conexión vital?
Cuando se cuenta la historia de éste o cualquier puente, se cuenta la historia de los obstáculos que se enfrentaron para construirlo y cómo la voluntad, la decisión y el trabajo conjunto permitieron superar las barreras. El puente en sí mismo no es el sujeto de la historia, sino la conexión que forma a través de las personas que lo construyen y lo cruzan. En este sentido, las telecomunicaciones y, en particular, internet es el máximo puente, porque tiene el potencial de desaparecer distancias y abrir caminos, pero hoy en día, no nos conecta a todos.
¿Cuántas veces al día consultas un buscador para resolver tus dudas, desde aquellas cruciales para tu trabajo hasta las más personales? Si bien saber cómo hacer que tu gato te quiera puede ser relevante, definitivamente no es urgente para nuestra vida cotidiana. Pero la toxicidad de un pesticida sí lo es. Tener acceso a esta información puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Conocer los precios de mercado del café cuando tienes a un intermediario en la puerta de la finca ofreciéndote un trato puede determinar si tus hijos permanecen en la escuela o no. Si el intermediario tiene acceso a esta información y tú no, tu vulnerabilidad se acentúa.
Internet es una herramienta tan poderosa que puede generar una desigualdad inmensa si solo es utilizada por uno de los lados; como un puente que solo pudiera cruzarse por las personas de una orilla dejando a los demás atrapados sin posibilidad de salir a buscar libertad por sus propios medios. Con lo anterior, queda claro que los agricultores sufren la desconexión, pero una pregunta que nos hacemos menos es ¿qué perdemos los demás? La respuesta tiene muchas aristas, desde una posición ética y de valoración cultural, pero también en términos mucho más pragmáticos.
Las ciudades, aunque duela admitirlo, son ineptas para satisfacer sus propias necesidades. El agua y la comida se traen de fuera. La Central de Abastos de la Ciudad de México, por ejemplo, recibe 122 mil toneladas de productos al día, según el gobierno mexicano. Sin lugar a duda, quien más necesita que el campo esté fuerte, son las ciudades y en realidad el campo mismo ya puede ser el motor de su propio fortalecimiento.
Nuestro país tiene liderazgo en agricultura como lo demuestran los datos oficiales de 2021 que señalan una exportación agrícola por valor de 44 mil 687 millones de dólares. Este monto es suficiente para construir 4 mil satélites o comprar la décima parte de todos los que hay en el mundo, según la BBC.; 54% de esta cifra proviene de pequeños productores que se beneficiarían enormemente de la digitalización del entorno en términos de rendimiento, calidad, lo que a su vez redundaría en el fortalecimiento de toda la cadena productiva.
En este pool de recursos, hay muchísimos capitales privados, nacionales y extranjeros que bien podrían estar interesados en alianzas público –privadas para ampliar la red y optimizar la operación de los sistemas de riego precisión, internet de la cosas, drones, monitoreo satelital y además beneficiarse de la inclusión de los pequeños y medianos productores, que no cuentan con los medios actualmente para implementar dichas tecnologías y que por lo tanto no contribuyen con esta data detallada, temporizada y geolocalizada, pero que representan el 70% de la superficie de nuestro país.
Con este 70% que hoy nos falta, los capitales de inversión podrían también afinar sus proyecciones y decisiones financieras observando el desempeño de diferentes cultivos en diferentes regiones. Los responsables de los campos de las grandes agroindustrias y comercializadoras, así como a los asesores agrícolas podrían acceder a información derivada del historial de todos los otros productores de la región, y esto, en un ambiente de cambio climático, es una herramienta de supervivencia; ni hablar de la importante reducción de la huella ecológica del sector que se derivaría de la optimización de los recursos.
De acuerdo con la FAO, en América Latina y el Caribe, la huella de carbono derivada del sector rural excede el 50% del total regional. Una buena proporción viene de los fertilizantes nitrogenados, sin embargo el 50% de éstos no se aprovechan por las plantas, con el consiguiente daño al suelo y la contaminación hídrica y atmosférica.
Sin acceso a documentación y capacitación, los productores no tienen elementos para racionar el uso de estos agroquímicos, así como tampoco tienen acceso a herramientas de toma de decisión como análisis de suelo porque la cotización y solicitud de esos servicios se realiza por internet y la interpretación de los mismos puede hacerse gratuitamente enviando un correo electrónico a la Universidad de Chapingo; nuevamente, por internet. Pero hasta los servicios gratuitos resultan impagables cuando no se tienen los medios para acceder a ellos. Pensemos en todas las oportunidades que se abrirían si este conocimiento fluyera libremente.
En el mundo se han documentado experiencias de hazañas colectivas masivas facilitadas por la conectividad digital. El libro “Reality is Broken” de Jane McGonigal narra la historia del juego Halo, que tuvo alcances insospechados. Lo más interesante de la experiencia es que, al monitorear la actividad de los usuarios, se descubrió que la mayoría del tiempo estaban dedicadas a enseñar y aprender estrategias para dominar el juego, o a formar estructuras cooperativas para cumplir retos conjuntos. El impacto fue tal, que la población que alcanzó la plataforma y las horas destinadas a la participación en ella superaron las dedicadas a la construcción de la Gran Muralla China. ¿Qué se lograría al formar este tipo de organización para formar regiones libres de plagas cuarentenarias? ¿Qué se lograría si se formaran agregados de productores para comercializar sus cosechas de manera conjunta?
Más aún, ¿qué podríamos aprender de los agricultores cuando conversamos como iguales? ¿de sus estructuras de colaboración? ¿de sus estrategias de adaptabilidad a un clima cambiante? ¿de sus sistemas económicos de cooperación y reciprocidad?
Debemos construir un puente con el campo, porque el campo no es la otra orilla del acantilado, sino el fundamento mismo de la sociedad en la que vivimos. El campo es una fuerza económica, una plataforma de innovación, un crisol de conocimientos y culturas, y un proveedor invaluable para las ciudades. Requerimos del agricultor 3 veces al día, y sin embargo mantenemos más comunicación con Shanghái que con Indaparapeo
Por eso es importante resaltar que tender puentes no sólo es labor de ingeniería, sino de empatía y voluntad y en este estado de mente, la empatía llega sola, tanto como las golondrinas llegan cada año en temporada si tienen un nido para que llegar la primera vez.
La empatía existe y crece en los espacios que se le construyen y en los que se la deja prosperar. En el mundo en el que estamos, donde la palabra “crisis” en los periódicos ya obliga a leer de qué crisis en particular se habla hoy, la empatía debe ser la que construya los puentes. Nosotros, a su servicio, simplemente tenemos la tarea de conectar los cables.
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